*El político sureño se sintió traicionado por su amigo Díaz Ordaz; dejó al PRI.
De la redacción
(Sexta parte)
El facilismo en el análisis y la no verdad pasada como tal ante la inducción favorecida por el desconocimiento, condujeron a dar por real la invención hankista del “Grupo Atlacomulco”. Fue presentado y aceptado como organización surgida en la ciudad de ese nombre, cohesionada, disciplinada a un jefe, que imponía candidatos a gobernadores, senadores, diputados federales y locales y alcaldes.
En anteriores entregas recordamos que hasta antes del fracasado intento del entonces gobernador Jorge Jiménez Cantú y de su antecesor en el cargo, Carlos Hank González (ninguno oriundo de Atlacomulco) de vetar la candidatura de Alfredo del Mazo González nadie había escuchado hablar de la existencia de ese grupo, al cual también le adjudicaron la paternidad de la corrupción, fenómeno erosionador de la democracia y del bienestar social, con fuerte presencia desde la época de la colonia.
Existió y existe una clase política priista mexiquense (el gentilicio lo institucionalizó Alfredo del Mazo González, porque ni eso existía) corrupta, con excepciones, pero igual que las del mismo partido en todos los estados, como todo mundo lo sabe. No se debe olvidar que Álvaro Obregón, antes de fundarse el PNR, abuelo del PRI, ya hablaba de que ningún general resistía un cañonazo de 50 mil pesos (mil centenarios).
Tampoco es exactamente cierto que la clase política priista mexiquense, cuyo fin como gobernante terminará el 15 del próximo mes, siempre estuvo unida, pues en 1969 Enedino R. Macedo, político sureño, de Santa Ana Zicatecoyan, pequeño pueblo de Tlatlaya, no soportó lo que consideró una traición de su amigo, el presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien dio el “dedazo” en favor de Carlos Hank González, y se lanzó como candidato independiente a gobernador, y obtuvo respaldo. Desafió al presidente, al gobernador Juan Fernández Albarrán y al PRI. Ningún supuesto “Grupo Atlacomulco” lo disciplinó.
En el sur arrolló al político oriundo de Santiago Tianguistenco, a quien el represor presidente tuvo como director general de la CONASUPO y que en realidad, quería más que a Macedo, aunque éste no lo sabía.
Los periodistas locales de ese tiempo comentan todavía que en varios lugares, especialmente en Nezahualcóyotl, Enedino R. Macedo hacía mítines con más gente que el protegido e impuesto como candidato por el presidente de la República Díaz Ordaz, porque era carismático y “caía bien”.
El rebelde fue enviado al ostracismo político cuando Hank González llegó a la gubernatura, y reivindicado hasta 1981, por Alfredo del Mazo González, como lo fueron otros políticos y exalcaldes defenestrados por el político de Tianguistenco: Cuauhtémoc Sánchez Barrales, Mario Ruiz de Chávez y Manuel Mateos Cándano; es decir, sus adversarios internos y agraviados por él. Eso no hubiera ocurrido de haber ocupado la jefatura de un grupo político omnipresente y poderoso sin límite.