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Elección presidencial en época de ascenso del capitalismo depredador del bienestar social

(Primera parte)

 

La elección presidencial del primer domingo de julio próximo será importante no sólo por sí misma, por la lucha por el Congreso de la Unión y el crecido número de contiendas estatales, incluidas 9 gubernaturas, entre ellas, las de 6 de las 7 entidades más pobladas del país, legislaturas locales y alcaldías, sino también por el entorno mundial, caracterizado por el ascenso y consolidación de una nueva fase del capitalismo, más rapaz, depredador de  recursos naturales y, socialmente, la más insensible de la historia moderna.

Científicos sociales de América Latina comienzan a profundizar sus análisis sobre esta realidad, casi desapercibida en las reflexiones de los analistas mexicanos. La lucha por el poder en México no se da en el vacío, ni aislada de ese embate del gran capital financiero mundial y sus vertientes, industrial y comercial, que busca expandirse y superar sus crisis periódicas (cada vez más frecuentes) mediante la explotación y el empobrecimiento de miles de millones de personas en el mundo.

Los países subdesarrollados y dependientes económicamente de los desarrollados son los más vulnerables ante las fuerzas brutales de la globalización y sus propósitos de apropiación de los recursos naturales y explotación de la mano de obra, porque tienen instituciones débiles; sobre todo, en estos tiempos de pérdida de confianza ciudadana en sus gobernantes y de sociedades inconformes e irritadas por su situación económica, pero desorganizadas.

Desde siempre, pero más ahora, Estados Unidos, protagonista principal de esta nueva época del capitalismo mundial, ha visto a América Latina como su patio trasero, y en su paranoia considera incluso a Chile como su área natural de defensa. Y si eso piensa del país andino, ya es de imaginar cómo concibe al territorio mexicano.

El capital financiero mundial necesita gobiernos débiles, pero adicionalmente neoliberales. Y si algo le resulta indeseable es una autoridad federal independiente de los centros de poder planetario e interesada en un desarrollo económico con justicia, pues es la inequidad en la distribución de los beneficios producidos por el esfuerzo de los trabajadores la que ha permitido la monstruosa concentración de la riqueza mundial en pocas manos y la democratización y expansión de la pobreza.

Por eso los promotores y usufructuarios de la globalización por diversas modalidades, y con la colaboración de los grupos minoritarios dueños de la riqueza de cada país, han impuesto gobiernos dóciles a los dictados de sus intereses y objetivos estratégicos en Brasil, Argentina, Chile, Perú, Colombia y Honduras, para sólo citar unos ejemplos. Asegurarse los recursos naturales es su meta, no la democracia, ni mejorar las condiciones de vida de la población.

En este escenario debemos ubicar la lucha por los poderes Ejecutivo y Legislativo del país. Esos intereses, no los rusos, son los que intervendrán igualmente en el proceso electoral; sobre todo, ahora que tienen en sus manos la riqueza petrolera y minera. (Continuará)

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