
Mario Vargas Llosa es uno de los dos o tres más grandes escritores de la lengua española que todavía ejercen su actividad. Y es el último sobreviviente del grupo, (no generación, porque no eran de la misma edad) de extraordinarios narradores latinoamericanos inventores del término “Boom” de las letras latinoamericanas.
Murieron Julio Cortázar, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Octavio Paz, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Nicolás Guillén y Juan Carlos Onetti, por sólo citar algunos de los nombres de ese grupo de literatos, con algunos de los cuales Vargas Llosa se distanció por diferencias ideológicas, cuando él viró a posiciones de derecha.
El autor peruano merecidamente ganó el premio Nobel de Literatura, como merecidamente lo consiguieron Miguel Ángel Asturias, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Octavio Paz y Gabriel García Márquez e injustamente no lo alcanzaron Fuentes, Cortázar, Onetti, Carpentier, Guillén, ni Borges, aunque éste no integró el grupo.
Vagas Llosa, como integrante del “Boom”, en su juventud fue seguidor, aplaudidor y defensor de la Revolución Cubana y admirador de su líder, Fidel Castro. Años después se distanció del régimen cubano. El aduce que no estuvo de acuerdo con el rumbo que tomó el régimen castrista. Los cubanos sostienen que, independientemente del aspecto ideológico, el autor de “Los cachorros” y “La fiesta del Chivo” se molestó mucho cuando le pidieron que el dinero recibido por el premio “Casa de las Américas” lo donara para destinarlo a financiar la guerrilla del “Che” Guevara en Bolivia. Optó por comprar un pequeño yate.
Sea como sea, los cubanos sostienen que ayudaron a darle voz y prestigio internacional a Vargas Llosa cuando no los tenía, al otorgarle ese reconocimiento, en una época cuando la Revolución Cubana era apoyada por la juventud de todo el mundo. Y es cierto lo del impulso que recibió el escritor, que si bien no tenía reconocimiento, era extraordinario ya.
Después, con el premio Nobel de Literatura, el novelista adquirió mayor notoriedad y se volvió mediático, tanto por ese galardón como por adoptar posiciones de derecha, que le abrió las puertas de sus grandes medios informativos; sobre todo, para criticar a gobiernos y políticos de izquierda, a quienes les atribuye la culpa de los problemas que viven los países latinoamericanos, aun en los casos donde no han gobernado, como ocurre en México con Andrés Manuel López Obrador.
El escritor enarbola la bandera de la democracia y la libertad, pero utiliza dos varas para medirlas. Guarda absoluto silencio cuando, como en el caso de Brasil, un grupo de corruptos políticos dio un golpe legislativo contra la democracia y la libertad de los electores al destituir a Dilma Roussef. Vargas Llosa no condenó ese atropello a la democracia, como tampoco alzó la voz cuando Orlando Hernández cometió un monstruoso fraude para reelegirse como presidente de Honduras. En ambos casos la derecha fue autora.
Para el premio Nobel hay atropellos a la democracia que son buenos, si los perpetra la derecha; y son malos, si los comete la Izquierda, en un maniqueísmo increíble en un hombre de su cultura y edad. Y no reprueba, ni le preocupan la corrupción, impunidad, ineficacia gubernamental, la inseguridad pública, extensión de la pobreza y desigualdad.