EL PARO EN UAEMéx Y EL TRATAMIENTO DADO
AL HECHO POR MEDIOS INFORMATIVOS LOCALES
MAXIMILIANO CASTILLO R.
Al momento de escribir este comentario seguía el paro de estudiantes de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), cuya particularidad es o fue la de que careció de demandas relacionadas específicamente con la elevación de la calidad de la educación, la investigación, difusión de la cultura, la expansión de la matrícula y exigencias a las autoridades federales y estatales de mayor apoyo.
De la misma forma, fue claro que sus dos exigencias iniciales: la equidad e imparcialidad del proceso para elegir rectora y la renuncia del rector Carlos Eduardo Barrera Díaz, aunque ésta última parecía carente de sentido porque ya terminaba su cuatrienio, fueron satisfechas de sobra.
Con ello no sólo obtuvieron la garantía de un proceso electoral equitativo, sin injerencia de las autoridades, sino que la candidata cuestionada e identificada como la destinataria de los beneficios de la inequidad y parcialidad, renunció a la lucha, por lo que no tenía sentido anular el proceso electoral, como seguían insistiendo, en perjuicio de las legítimas aspiraciones de las 5 candidatas restantes, a quien nunca cuestionaron su idoneidad para ocupar la Rectoría.
El cierre de los espacios de la Máxima Casa de Estudios mexiquense fue difundida con objetividad por los medios informativos locales. Los alumnos no fueron “satanizado”, y casi no hubo críticas a la desmesura de sus pretensiones, como la del establecimiento del voto universal y directo para elegir titular de la Rectoría, cuando el proceso ya estaba por finalizar.
A diferencia de las huelgas de asalariados, que para ser legales exigen el cumplimiento previo de una serie de requisitos previstos por la ley, en las instituciones públicas autónomas de estudios superiores no se necesitan estas condiciones, por lo que en estricto rigor no puede hablarse de un paro legal o ilegal.
La posición de las autoridades universitarias generalmente es de respeto, no porque los movimientos paristas tengan o no la razón, sino porque impedirlos o reprimirlos sale costroso en término de imagen para las universidades. Son escasas y más bien son las posiciones ideológicas de quienes las encabezan las que determinan si se les tolera o sanciona a quienes obligan a suspender actividades.
En este caso no se han ejercido actos de represión, ni los medios informativos “satanizan” al paro y a los paristas, como ocurrió en el pasado. Ni siquiera hicieron notar las afectaciones a los más de 98 mil alumnos que están en las últimas semanas del semestre, que la suspensión de actividades ocasionó.
Como si no les interesara perjudicar la formación académica de la comunidad estudiantil, que en todos los paros deja de adquirir conocimientos útiles para su formación y futuro profesional, pero aun así, mediáticamente no hubo linchamiento moral, por lo que el tratamiento noticioso no generó un clima de encono y condena sociales hacía los paristas.
Esto es bueno, porque cuando se reanuden y normalicen las actividades académicas en todas las facultades, escuelas y centros de investigación, las condiciones para la convivencia de la comunidad universitaria no estarán alteradas. Los medios informativos locales fueron responsables, y evitaron que la sociedad se pusiera en contra de los inconformes.