*Se habían desprestigiado las casas encuestadoras; ahora pocas estuvieron sesgadas: No podían estar sesgadas en favor de un opositor, ni en contra del oficialista.
Las casas encuestadoras están casi tan felices como los fanáticos de Andrés Manuel López Obrador, porque acertaron en los resultados de la elección presidencial. Recuperaron parte de su credibilidad perdida por tantos desaciertos en muchas campañas.
No eran pocas las voces que le atribuían sesgo a sus resultados de los muestreos demoscópicos, pero también existieron analistas políticos que argumentaban en favor de esas compañías.

Con razón sostenían que las encuestas sesgadas no son las que presentan como triunfadores a opositores, sino a los candidatos de los partidos en el poder en el ámbito de competencia de que se trate.
Es decir, el sesgo no es por simple ocurrencia, sino por conveniencia mercantil, de intereses económicos: dinero. Y los que luchan contra un candidato oficial no lo tienen de sobra, por ello no pueden inducir ese sesgo.
Ese era el caso de Andrés Manuel López Obrador. No podía pagarle a las casas encuestadoras para que lo pusieran hasta arriba en las preferencias electorales. Todas, incluso las que se prestaron al juego del gobierno y el PRI para ubicar a José Antonio Meade en segundo lugar, siempre ubicaron al tabasqueño en el primer lugar.
Por eso sus directivos andan ahora con la sonrisa de oreja a oreja. Nadie los acusa de haber procedido sin rigor y, mucho menos, por intereses económicos, como se les acusó cuando fallaron en elecciones de gobernadores.
LOS INDECISOS NO SE VIERON
Los fallidos estrategas de la campaña electoral de José Antonio Meade leyeron mal lo del voto indeciso o aparecieron como convencidos de que favorecerían a su candidato como estrategia de la lucha interpartidista, porque se cansaron de difundir que esos electores dudosos en sus preferencias daría el triunfo al ex titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
La experiencia enseña que cuando los electores que no votan y al final deciden en un alto porcentaje participar en las contiendas; sobre todo, en una presidencial, lo hacen a favor de los opositores, no del candidato oficial, como era el caso de Meade.
Muy tarde lo comprobaron gente cono Aurelio Nuño y Javier Lozano, los que más insistían en que quienes no habían decidido su voto al final lo harían por su candidato. Si de verdad había indecisos, cuando optaron por acudir a las urnas lo hicieron, justamente, en apoyo del principal opositor: Andrés Manuel López Obrador.