*Merecen solidaridad, comprensión, respeto y admiración las buscadoras.
De la redacción
Nadie honesto y con un mínimo de sensibilidad social puede regatearles solidaridad, respeto y admiración a familiares de personas desaparecidas y no localizadas, empeñadas en localizarlas.
Arriesgan hasta la vida en se objetivo, y madres de las víctimas también han perdido la vida a manos de criminales deshumanizados, quienes no quieren que continúen la búsqueda, para mantener la impunidad.
El problema es grave, y se desconoce su verdadera dimensión, porque para efectos legales, toda persona cuyo paradero se desconoce, es una desaparecida y no localizada; es decir, ni viva ni muerta.
Por otra parte, existen más de 50 mil cuerpos localizados y no identificados, que están en los servicios forenses o en fosas comunes oficiales, no reclamados por sus familiares o conocidos, a pesar de tener registrados el ADN de cada quién.
Los medios informativos y algunas organizaciones de familiares de personas desaparecidas no están de acuerdo en que se revise el padrón de víctimas, para saber cuántas ya fueron localizadas con vida o sus cuerpos, lo cual evitaría dispersar esfuerzos en la búsqueda de quienes afortunadamente están vivas.
En este escenario debe examinarse lo ocurrido el martes de la semana pasada con la dirigente de una organización de madres buscadoras de sus familiares desaparecidos. Con gran despliegue en los grandes medios informativos, Ceci Flores denunció la existencia de un cementerio clandestino en territorio de la alcaldía de Iztapalapa, en los límites con la de Tlahuac.
Sostuvo que también operaba en ese lugar desde hace años un crematorio de cadáveres, y que la pista le fue proporcionada por una organización de madres buscadoras de la capital del país.
El anuncio generó una reacción de los medios informativos y de las autoridades de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) y de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCMX).
En especial, los periodistas opositores (que son casi todos los de esa urbe) se frotaban las manos por lo que representaba para su causa en el proceso para elegir presidenta(e) de la República, senadores y diputados federales el descubrimiento de un cementerio y crematorio clandestinos en la entidad que gobernó Claudia Sheinbaum, candidata presidencial del partido en el Poder.
El escándalo hubiera afectado también la campaña de Claudia Brugada, candidata a de la misma organización gobernante a jefa de Gobierno de la CDMX exalcaldesa de Iztapalapa, la demarcación en la cual presuntamente estaban las fosas clandestinas. Las autoridades investigaron de inmediato y descubrieron que no había cadáveres en el sitio, se trataba de restos de canes.
Ciro Gómez Leyva, el periodista al servicio de los más grandes traficantes de influencia entre 2000 y 2018, mostró enojo y criticó a las autoridades por haber actuado de inmediato. Peor se habría puesto si no se hubieran presentado.
Todavía la tarde del miércoles Ceci Flores, madre adolorida por la desaparición de una hija, insistió en que sí había restos humanos y que desde años operaba un crematorio de cuerpos de personas. Le faltó paciencia y denunció, seguramente de buena fe, lo que era falso. Actuaciones de este tipo empañan las causas más nobles, por lo que debe procederse con prudencia.